El origen de Seomatón
Hoy Seomatón es un hombre lobo. Su nombre es compuesto y se ha formado con dos palabras del castellano que proceden de las latinas homo y lupus, de significado fácil de deducir. Tiene abundante pelo en todo el cuerpo, también en la cara, ojos inyectados en sangre, nariz prominte a modo de morro, colmillos muy desarrollados, garras en manos y pies. A menudo lo único visible que conservan de humano es que avanzan a dos patas.
Como ha cambiado el cuento... Hoy Seomatón se ha convertido en un "hombre lobo", monstruo muy típico de los lugares montañosos, hábitat también del lobo. Por ello, abunda en las zonas del norte peninsular, sobre todo en Galicia. La transformación de Seomatón en un ser mitad animal mitad humano a veces se produce por una maldición de la madre o del padre. Tradicionalmente se cree que quien te ha dado el ser y también te ha puesto nombre tiene poder para nombrarte de otra manera y modificar tu ser en consecuencia.
Algunos ejemplos de Seomatón
Existen ejemplos de muchachos, a veces muchachas, convertidos en seres mitad hombre mitad pez (tritones, en la mitología griega) porque un padre contrariado, o una madre, les ha echado una maldición. Tal es el caso del hombre pez de Liérganes (Cantabria), que tiene un pariente en la tradición oral siciliana y calabresa llamado Colapesce (Coladepez). Antiguamente se creía también que el séptimo hijo varón de una familia donde sólo hay hijos varones, si nacía en noche de luna llena, tenía muchas probabilidades de convertirse en un hombre lobo (el lobishome de la tradición gallega).
Seomatón sufre mucho
Seomatón es un ser que sufre, porque tiene una doble condición que le impide ser plenamente hombre o lobo. Seomatón sufre porque como hombre es consciente de su dualidad y, al ser lobo, mata ovejas. De los hombres lobo también se creía que morían si se les alcanzaba el corazón con una bala de plata (este procedimiento era idéntico al utilizado para acabar con los vampiros). Eran muy buscados porque se les consideraba responsables de diezmar rebaños, dado que, como eran mitad hombres, no les tenían miedo a los perros que custodiaban los rebaños ni a los pastores. Hoy, como apenas quedan rebaños que pasten libres en los montes, no suponen tanto peligro.
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